Me iré,
bajo la luna quemada de enero,
con la resaca decembrina en los hombros.
Si la vida es buena y bondadosa,
tomaré ruta al sur,
olvidando los faroles de la avenida
que iluminaban con timidez la puerta de tu casa.
Dejaré atrás el impulso de observar
las fotografías tuyas de sociedad
que ensucian los diarios de la ciudad.
Me iré,
olvidando un amor eterno,
olvidando tu risa mañanera.
Al sur, tan lejos como pueda,
allá, donde no me sigas,
allá, donde ya no estes.