Una mañana de noviembre

El sol se ha escondido eternamente.

Las gotas de lluvia se rompen de forma voluntaria,

llenas de arrepentimiento al igual que mi corazón.

No importa, te conservo como un tesoro en mi memoria.

Dejaré la luna desolada y marchita

en la grama amarillenta y solitaria del campo.

Dejaré los reflejos de aquel lago de la infancia

en el que una tarde por primera vez nos besamos.

No volveré a apreciar cientos de instantes felices

que desde hoy dejo tachados sobre la mesa.

Dejaré todo, ya no me importa nada,

conservo tu nombre en mis recuerdos.

He dejado de ser yo,

solamente soy los fragmentos que dejaste con tu adiós.

Dejaré la alegría y el amor,

aprenderé a recordarte a la distancia.

Ahora que ya no estas,

conservaré con mi aliento tu recuerdo.

 

 

 

 

 

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